lunes, 28 de septiembre de 2009

Entre amigos

Una de las cosas que más disfruto es recibir amigos en casa. Nunca he sido adepta de fiestas ni de baile; lo que desde siempre he apreciado es la compañía de un pequeño grupo de amigos cercanos con quienes hablar, deshacer y rehacer el mundo, compartir sueños, impresiones de libros, puntos de vista. 

                                                                                        Imagen: © Monkey Business/Fotolia.com

A mi departamentito de General Prim (en el corazón de la ciudad de México) en el que viví tantos años, y más tarde, al de la Roma y al de la Condesa, a menudo venían mis amigos. Pasamos veladas inolvidables conversando y escuchando música; lo que teníamos que decirnos no parecía agotarse nunca. Así se forjaron los lazos tan duraderos que siguen uniéndonos.
Y qué mejor si este intercambio se hace en torno a una tetera de aromático té, a un buen vinito o, incluso, una buena comida. Comparto la opinión del escritor marroquí Tahar Ben Jelloun, que en su libro Elogio de la amistad escribe: “Nada hay más placentero que una reunión de amigos alrededor de una buena mesa; es la miel de la vida”. ¡Me parece tan cierto! Fue en Quebec donde aprendí que las verdaderas amistades se hacen en la cocina; cocinando entre charla y charla y abriendo la mejor botella de vino antes de pasar a la mesa. Esas veladas en la cocina me hicieron descubrir que los lugares en donde nos sentimos a gusto se prestan mejor a la intimidad y al descubrimiento de otros seres humanos. 

Ahora todo es distinto; vivo en otro continente y los amigos de mis veintitantos años ya no están a unas cuadras o estaciones de metro de distancia. Ahora, en la ciudad multicultural que es Ginebra, trato que encontrar terreno en común con cada nueva persona que conozco. Las relaciones aquí me parecen más discretas −¿serán así realmente o será que yo he cambiado y que mi disposición ya no es la misma de antes?− esta cuestión me ronda por la cabeza últimamente−. Aquí los códigos son otros, la contraseña de acceso es distinta. Una cierta timidez mezclada con cortesía domina las relaciones por mucho tiempo, hasta que un día, alguien lo mira a uno con complicidad o le hace una confidencia. Dom y yo tenemos un pequeño círculo de amigos con quienes compartimos un poco de nosotros. Nos gustaría ampliarlo, pero como mencioné, tengo la impresión de que hacer amigos era más fácil a los 25 años que a los 40. Además de por la discreción, la vida social se ve limitada por el espacio (en general, los departamentos son bastante pequeños) y porque después de las 10 P.M no es posible hacer ruido en consideración a los vecinos (que apruebo totalmente y me parece de gran civilidad), un factor que también influye en la duración y en la moderación de los encuentros.

Me gusta que mis amigos se sientan en casa chez moi. Sin mayores formalidades ni preparativos, solo el gusto de encontrase juntos, de disfrutar el momento y la cercania.


miércoles, 16 de septiembre de 2009

Discotecas municipales


Algo de lo que que más agradablemente me sorprendió cuando llegué a vivir a Suiza fue el sistema de discotecas municipales con el que cuenta cada ciudad del país. El concepto de discoteca pública me era desconocido y me pareció muy novedoso, aunque en Suiza no es nada reciente y data de 1979 (este verano festejó sus 30 años). La discoteca posee un acervo impresionante de CD y DVD de todos los géneros musicales: clásica, en todas sus variantes y periodos, música pop, folk, chanson en francés, rock, jazz, electrónica, soundtracks de películas, música para niños y world music de prácticamente todos los países. Uno puede encontrar aquí CD de artistas irlandeses, turcos, portugueses, inuits, japoneses, latinoamericanos o de artistas suizos poco conocidos. Y desde música tradicional hasta la más contemporánea. Los “discotecarios” son apasionados conocedores de corrientes y géneros musicales que amablemente orientan a los usuarios y los ayudan en sus búsquedas. Son también los responsables de mantener al día la colección y de agregar al catálogo las novedades de calidad que se editan regularmente. Se pueden tomar prestados hasta 20 CD cada vez y el préstamo es por cinco semanas. Cada vez que voy encuentro algún tesoro…y si vuelvo la semana siguiente no hallaré los mismos discos, pues los discos que están a la vista -que como menciono, son muchos- apenas representan un 10% del total de la colección (el 90% restante está prestado).
Pese a que la irrupción de las nuevas tecnologías que -como el mp3- han provocado la desmaterialización de la música y han cambiado la forma de escucharla, la gente aún acude a la discoteca a buscar una ópera para familiarizarse con ella antes de ir a verla, comparar varias versiones de alguna obra o, sencillamente, descubrir nuevos géneros.
Me gusta ir a la discoteca las tardes lluviosas o frías. Hoy estuvo nublado todo el día -el tiempo idóneo-, así que después de clases me dirigí a mi discoteca local (que está a medio camino entre la universidad y mi casa) y me pasé una hora de lo más a gusto viendo las novedades y luego, instalada en un cómodo sillón escuchando los CD que me habían atraído para decidir cuáles llevarme. En la discoteca hay cinco puntos de escucha, cada uno con un lector de CD, audífonos y un sillón en el que cada quien se sumerge en su propio universo musical. También se puede echar un vistazo a las varias revistas especializadas que llegan cada mes.
Mi selección de CD hoy fue:
After the Gold Rush – Neil Young
Unplugged – Neil Young
Negotiations and Lovesongs – Paul Simon
Duper Sessions–Sondre Lerche
Greatest Hits – Smashing Pumpkins
Twelve – Patti Smith
Escribo este post escuchando a Morrissey y he repetido "Hold on to your friends" tres veces ya...
-->¡Larga vida a las discotecas municipales! 





martes, 8 de septiembre de 2009

La "rentrée"


En los países de habla francesa, la rentrée es el momento en el que las actividades normales, económicas y académicas, retoman su curso tras la larga pausa estival.
No se trata únicamente del regreso a clases. El concepto tiene un significado cultural considerable; es un periodo que anuncia que terminaron las vacaciones y que empieza el año académico y es, en lo profesional, el periodo de trabajo más intenso.

La rentrée coincide con el inicio del otoño. Cada rentrée, las tiendas sacan nuevos catálogos; los autores publican sus obras más recientes; las librerías se llenan de novedades literarias (esto se conoce como rentrée littéraire) y la gente hace provisión de lectura para las largas tardes de otoño y de invierno, cuando los días serán más cortos y el frío invitará a quedarse en casa con un buen libro.
La rentrée se extiende hasta octubre. En Francia, en los primeros días de noviembre, se galardona cada año al ganador del prestigioso premio Goncourt de literatura.

Con la rentrée de septiembre, a menudo tengo la curiosa sensación de que otro año comienza a mitad del año. Respecto a esto, la escritora estadounidense Sarah Ban Breathnach sugiere en su libro Simple Abundance (publicado en español como El encanto de la vida simple) hacer propósitos personales en septiembre. “La belleza de los propósitos otoñales” -dice la autora- “reside en que nadie más conoce su existencia. Son propósitos sobre las necesidades auténticas que versan sobre lo que quisiéramos aumentar o disminuir en nuestra existencia para amar la vida que llevamos”.
Así, me preparo ya para la rentrée 2009, que en mi caso será dentro de pocos días, cuando empiezo el último año del Máster en Traducción. La de Dom fue la semana pasada, cuando volvió a ver a sus alumnos. Una nueva rentrée es una nueva oportunidad para retomar viejos proyectos o para inventarnos otros