sábado, 30 de enero de 2010

El espacio adopta la forma de nuestra mirada

el espacio

Estoy releyendo L’espace prend la forme de mon regard (El espacio adopta la forma de mi mirada), un libro que descubrí hace tiempo gracias a Dom. Es de uno de sus autores preferidos: Hubert Reeves (Montreal, 1932), célebre astrofísico y catedrático quebequés que además de científico, es un gran humanista. Su humanismo es patente en su forma de divulgar la ciencia. Lo he leído en francés; no sé si sus libros estarán traducidos al español, así que he traducido algunos algunos fragmentos del texto que me conmueven. Es un pequeño volumen de apenas 80 páginas; las reflexiones que contiene sobre nuestra vida inserta en la vida del planeta y en la del universo resultan sabias, profundas, y a la vez, asombrosamente sencillas. Es una lectura que me alienta mucho estos días.


El paso del tiempo

Al poner el dedo pulgar sobre la muñeca derecha, siento el latido de mi corazón. Durante un largo momento, me quedo escuchando este ritmo fiel e imperioso que me acompaña desde mi nacimiento y constituye la trama de mi existencia.

A través de la secuencia sin interrupción de los padres y los abuelos que me lo legaron, este latido bajo mi pulgar me conecta directamente con el pasado lejano de la vida terrestre y me inscribe en una historia que dura desde hace cientos de millones de años.

Me inscribo en este momento preciso de la historia del mundo. Durante algunos decenios, portaré la antorcha de la conciencia que existe gracias al latido de mi corazón. Como tantos otros antes, mi latido se extinguirá mientras que otros comenzarán su marcha. Es esa la vertiginosa y formidable aventura de la vida sobre la Tierra.

*

El simple hecho de existir nos asombra de la manera más absoluta. Evidencia tan engañosamente sencilla que casi se confunde con el misterio de lo que hay antes del nacimiento y después de la muerte.

Pensamos con toda naturalidad que nuestra vida se inscribe en un intervalo de tiempo, que se cifra en años del calendario, que se inserta en un siglo o entre dos. A pesar de que el calendario es una convención, creemos saber lo que es el tiempo. ¿Existe fuera de nuestros cerebros humanos? ¿sigue transcurriendo cuando ya no estamos aquí?

Más allá de la secuencia tan familiar de las cuatro estaciones, repetida varias veces a lo largo de nuestra vida, se extiende el ámbito completamente incognoscible en el que tantos de nuestros seres queridos ya han entrado.

Las personas mueren, pero la vida, a su manera, sigue su curso tranquilamente. No tendríamos que ver la muerte como una interrupción, sino como un relevo, como la imagen del corredor griego que transmitía la flama del fuego olímpico antes de desplomarse. Nuestra vida es corta pero nuestra especie está constituida para durar. Cada uno de nosotros constituye un eslabón de la cadena.


Hubert Reeves, L'espace prend la forme de mon regard Éditions du Seuil, 1999


martes, 26 de enero de 2010

Vamos pasando


Últimamente he estado pensando en cómo vamos pasando por la vida de otros y cómo los demás van pasando por la nuestra. Sucede a veces que seres que nos han sido muy cercanos no vuelven a aparecer en nuestro camino, mientras que sin duda, habrá otros que nos acompañarán siempre, en cada etapa; que evolucionarán con nosotros; que serán nuestros cómplices de vida y depositarios de nuestros secretos. Ellos serán los entrañables, el círculo íntimo.

Con otros nos habremos cruzado una sola vez, pero su recuerdo no nos abandonará nunca. Seres de quienes lo que echaremos de menos será lo que no compartimos, las muchas ocasiones que nunca fueron, lo que quedamos sin conocer, lo que nunca se dijo.

Existirán algunos cuantos que habremos conocido en algún momento y que solo volveremos a encontrar al cabo de mucho tiempo, cuando nos hayamos convertido ya en otras personas. Los recordaremos como pertenecientes a una época lejana –casi a otra vida- y un reencuentro con ellos será doblemente enriquecedor, pues estará hecho tanto de lo que alguna vez compartimos como de las posibilidades que nos abre el presente.

Algunos otros habrán partido muy pronto, pero mientras existamos formarán parte de nosotros mismos y de lo que somos y al cabo de una vida tal vez comprendamos lo que nos enseñaron y por qué tuvieron que irse cuando se fueron. Viviremos alternadamente momentos de profunda tristeza por su ausencia, cuando nada parecerá valer la pena, cuando lo que más duela sea lo que ya no compartiremos y el paso de los días, que nos alejen cada vez más de la ultima vez que estuvimos juntos; y momentos de inmensa gratitud por haberlos tenido en nuestra vida, momentos en los que sentiremos la obligación cósmica de ser felices, por ellos, por nosotros, puesto que hemos de seguir viviendo y formando parte del mundo hasta que, a nuestra vez, tengamos que despedirnos


miércoles, 20 de enero de 2010

Día de invierno

WinterRain

Leves copos de nieve

van convirtiéndose

en lluvia helada de ausencia


lunes, 4 de enero de 2010

Nieva otra vez


Amaneció nevando este lunes de regreso a las actividades normales. Dom me despertó en la mañana sonriendo y me dijo: “mira por la ventana”; fue mi primer regalo del día. La nieve nunca dejará de maravillarme, a pesar de que vivo aquí desde hace seis años, siempre me sorprenderá despertar una mañana, asomarme por la ventana y ver que mientras dormía, el mundo se transformó.

Aunque la nieve invita a quedarse casa, esta mañana pasé un par de horas en la biblioteca de la universidad. A mediodía, por el simple gusto de sentir los frescos copos de nieve cayéndome en el rostro -y porque es mi cumpleaños- me encontré con Dom en el parque; paseamos un rato y antes de regresar a casa entramos a una pastelería por un moelleux au chocolat para compartir más tarde con una buena amiga. Hubiera querido seguir paseando, pero con el frío es imposible permanecer mucho tiempo fuera. Ya estamos en casa y sigue nevando en la ciudad, en mi barrio, en mi cumpleaños.



viernes, 1 de enero de 2010

El primer día del año


Y ahora demos la bienvenida al Año Nuevo, colmado de cosas que nunca han sido - Rainer Maria Rilke


Un nuevo año, doce meses llenos de posibilidades y de comienzos. Un año que quisiera de creatividad y de renovación. Un año de armonía entre nuestros anhelos y el potencial para realizarlos. Un año nuevo, qué magnífica oportunidad para recuperar el entusiasmo y reconectarnos con nuestros sueños.