martes, 16 de septiembre de 2014

Inventario estival

Ypasó otro verano. Aunque el buen tiempo y el sol duran todavía unos días, unas semanas más quizá, ya vamos hacia el otoño. Qué pronto lo que acabamos de vivir se vuelve recuerdos.  

De este verano quedará en la memoria de Dom y en la mía el reencuentro con amigos queridos; una plaza de Ámsterdam como la que Antonio Muñoz Molina describe con su habitual brillantez en este artículo; los pannekoeken de plátano y nutella, absolutamente sublimes, en el mercado de Albertcyupstraat, también en Ámsterdam; "Almendro en flor", de Van Gogh; la retrospectiva sobre el cine (objetos, cronología, fragmentos de película, etc.) de David Cronenberg, en el Eye film institut, que disfrutamos tanto; la maravillosa película “Boyhood”, de Richard Linklater; la fragante lavanda del sur de Francia; las colinas verdes que se pierden en el horizonte en esa región; los tantos momentos creativos de dibujo; el vino rosé; las conversaciones entre amigos.



Pannekoeken con plátano y chocolate

También Paris, a donde volvemos siempre y en donde siempre nos sentimos en casa. Librerías, pocas, esta vez; no por falta de ganas, sino por la ya innegable falta de espacio en nuestro pequeño apartamento ginebrino (ver entrada).

Y un libro: “Tiny beautiful things”, de Cheryl Strayed. Un libro que antes de serlo fue una columna de consejos en un blog -cuya autora aconseja desde su propia experiencia, desde sus propias incertidumbres-. Es un libro que me ha llegado profundamente por la honestidad, empatía y calidez con la que está escrito. Un libro que da esperanza.
http://www.amazon.co.uk/Tiny-Beautiful-Things-Advice-Someone/dp/1782390693

No puedo sino saberme inmensamente afortunada y agradecida por todo lo que he vivido, visto, degustado y descubierto este verano.

miércoles, 9 de julio de 2014

Desde España

Vuelvo a tener esa misma sensación que experimenté la primera vez que vine a España, hace tantos años: la de encontrarme en otro continente, a tantos kilómetros del mío, y oír el mismo idioma que hablo, con otras inflexiones, otro acento, otras palabras que, aunque reconozco la mayor parte de las veces, no dejan de sorprenderme.

He descubierto algunas, en el restaurante, como "berberecho", "sobrasada" y "solomillo", y esta mañana en el tren he pasado el trayecto anotando expresiones que nunca diría yo, como: "Qué ciudad más guapa" o "Como vuelva a llover estamos fritos".


De igual forma, noto la sorpresa en mi interlocutor al hacerle una pregunta. El español,  qué dioma tan amplio, de tantos  lugares y hablantes. Me llega de golpe la conciencia de pertenecer a la gran comunidad hispanohablante. Una verdadera riqueza.

miércoles, 21 de mayo de 2014

La democracia directa suiza

Los días pasados, las calles de Ginebra y de todas las ciudades y localidades suizas se llenaron de carteles de diferentes partidos políticos, señal de que pronto habría votaciones populares.
20130913_152059

La democracia directa (voto directo) es una institución de gran tradición helvética y uno de los mejores mecanismos que se han inventado para garantizar que la sociedad sea efectivamente democrática. Cada tres meses se consulta a los ciudadadanos su opinión sobre varias cuestiones y a través de este voto directo la ciudadanía decide. Las leyes se adoptan o no según los resultados de la votación.

El 18 de mayo pasado, la población votó por la posible compra de una flota de aviones militares, y sobre la institución de un salario mínimo (que ha sido objeto de gran debate últimamente), entre otras cuestiones. 
Algunas de las cuestiones, o "iniciativas" por las que los suizos han votado en el pasado incluyen la entrada de Suiza en la ONU, en la Unión Europea (ganó el no), la moratoria para las armas nucleares, las uniones homosexuales, la apertura de las tiendas los domingos (hasta ahora no se ha aceptado), y muchas otras. Pueden ser asuntos internos (cantonales), o de alcance nacional (federales).
 Lo que más me impresionó al llegar a este país es lo arraigada que está la práctica de la democracia directa en las conciencias de los suizos; se podría decir que es el fundamento mismo de esta sociedad. 

Tampoco dejará de sorprenderme que cada cuidadano recibe por correo, además de la boleta de voto, un paquete con información detallada sobre las cuestiones por las que se vota, así como la opinión y las recomendaciones de cada partido sobre cada una. Se incluye a todos los partidos, grandes o pequeños, de todo el espectro político, así como las recomendaciones del Consejo Federal, es decir, del gobierno. 
Todo esto con el fin de que la gente vote con pleno conocimiento de lo que está votando. 
20130913_152211

¿Y quién decide las cuestiones que se consultan? El Gobierno o los ciudadanos. Sí, cualquier ciudadano suizo tiene derecho a proponer a votación popular una iniciativa para introducir o moidificar una ley a escala cantonal o federal. Para ello, debe reunir un número suficiente (100 000) de firmas.
20130913_152113
Tal vez esta práctica solo sea posible en un país de poca población, como es Suiza, que tiene 8 millones de habitantes. O quizá no. Tal vez podrían adoptarla otras muchas  sociedades para garantizar  que la población pueda expresar su opinión sobre asuntos importantes y evitar que se tomen decisiones vitales, que la afectan directamente, sin tomarla en cuenta. 

Cada tres meses, cuando llega a casa el "kit" de votación, sigo sorprendiéndome y confirmo mi admiración por el espíritu democrático suizo; un valor fundamental que se comprueba en la vida de todos los días. 
__________________________

sábado, 3 de mayo de 2014

Leer ciudades: Londres

Hace una semana que volvimos de Londres y apenas ahora puedo sentarme a escribir sobre nuestro periplo. Es un viaje que iremos digiriendo poco a poco por las muchas impresiones que recibimos.
20140421_111920
Londres es una ciudad inagotable, inabarcable. Harían falta años enteros para descubrirla. Cada vez que volvemos descubrimos algo nuevo. Esta vez nos alojamos muy cerca de Bloosmbury, el barrio en el que la primera mitad del siglo XX, residieron escritores, artistas, filósofos e intelectuales como el Grupo de Bloomsbury (Virginia y Leonard Woolf, la hermana de Virginia, Vanessa, E.M. Forster, Lytton Strachey.), sobre el que escribiré en una próxima entrega.
Londres se abre ante el viajero como un gran libro de historia, como un mapa no solo geográfico, sino temporal, en el que coexisten capas sucesivas y en el que el pasado es parte inseparable del presente. Una ciudad en donde dos edificios contiguos pueden distar entre sí por siglos; donde los personajes que la han habitado a lo largo de los siglos parecen seguir presentes. Por todas partes, en elegantes casonas victorianas o en los típicos edificios de ladrillos rojos, hay placas que indican que ahí vivió o trabajó Shakespeare, Dickens, Mozart, Canaletto… o, más recientemente, Engels, Marx, Darwin, Orwell, Ted Hughes, Sylvia Plath, Paul McCartney o Doris Lessing.
Mi atracción por Londres data de mi infancia. Mamá lo visitó en los años 70 y recuerdo que durante años me contó sobre los lugares que había visitado y que le habían encantado, como el Museo Británico y la Torre de Londres, en la que había asistido a la ceremonia de las llaves, que la había impresionado. Me contaba también sobre Isabel I –una de las mujeres más poderosas de la historia−y su imperio en el que no se ponía el sol; sobre su padre, el abominable Enrique VIII; sobre personajes de ficción que casi se han vuelto reales, como Sherlock Holmes, cuya casa en Baker Street se puede visitar. Todas estas historias alimentaron mi imaginario infantil. Cuando por primera vez fui a Londres, con mamá, en los años 80 (¡hace 30 años!), lo que me interesaba sobre todo era el rock inglés, grupos como The Smiths, que marcaron profundamente mi adolescencia y primera juventud.
Recuerdo aún la impresión que me llevé entonces con esos templos de la música que eran HMV (Her Majesty Voice, famosa y enorme tienda de discos) de Oxford Street y el impresionante Tower Records, en Pickadilly Circus, que en sus cuatro pisos concentraba para mí el paraíso y en el que pasé horas en aquel primer viaje. Descubro con amargura que ya no existe. En su lugar hay un almacén caro de ropa de moda.
Londres nos recibió con cielo nublado y aire fresco. De Gatwick tomamos el tren a Victoria Station y de ahí un breve trayecto en metro (o tube, como lo llaman los londinenses) hacia Euston, para instalarnos en el hotel. Era sábado en la mañana y en cuanto dejamos nuestro equipaje en la habitación, nos dirigimos a Camden Town, famoso mercado (en realidad, son varios) de fin de semana que teníamos muchas ganas de conocer. Camden es una referencia cultural y literaria de la vida londinense: aparece tanto en las obras de Dickens como en canciones de rock. 


 
En Camden se dan cita toda clase de personas, de todas edades, aspectos y estilos. Si la excentricidad tiene algún origen, seguro que nació en Londres. En el mercado de Camden se encuentra a la venta la mayor concentración de ropa vintage y retro de Europa. Ropa y parafernalia de todas tendencias: rockabilly, goth, punk. Me llamó la atención que cuarenta y tantos años después de su auge, el punk sigue presente en esta parte de la ciudad. También se encuentran locales de comida étnica, objetos de segunda mano, antigüedades y un sinfín de objetos imaginables y originales. Todo ello entre artistas callejeros y pubs en los que el viajero aprecia detenerse a tomar un pinta de cerveza mientras contempla el bullicio del mundo, que parece reunido en las antiguas estructuras del mercado.
 
   
20140419_143940
  
Pensé en lo que mucho que habría disfrutado Camden la adolescente que fui alguna vez y para ella compré una camiseta de The Smiths y varios “pins” de grupos de rock como los que usé durante muchos años. A la adulta en que se convirtió esa adolescente, Camden la hizo viajar al pasado y volver a sentir el entusiasmo de entonces.


Pasamos un día magnífico. Al caer la tarde, nos encaminamos a la ribera sur del Támesis para subir al London Eye, esa gran rueda panorámica construida al final del milenio pasado, desde donde contemplamos unas vistas sublimes del atardecer londinense.


20140419_191151 
 

domingo, 16 de marzo de 2014

Rouge, de Krzyrztof Kieslowski

Volví a ver Rouge, de Krzyrztof Kieslowski. Me gustó tanto o más que en 1994, cuando la vi por primera vez en el cine Latino, en la avenida Reforma de la Cd. de México.
rouge
De Rouge recordaba la trama, pero no en dónde se desarrolla. Qué sorpresa descubrir que se filmó en Ginebra. Los lugares de la película me son ahora muy familiares –quién lo hubiera imaginado hace tantos años−. Aparte de esto, la historia es, como todas las de Kieslowski, poderosa e intensamente humana. En Ginebra, dos estudiantes vecinos que no se conocen, Valentine (la maravillosa Irène Jacob) y Auguste (Jean-Pierre Lorit) se cruzarán muchas veces en su deambular por la ciudad, sin llegar a conocerse. La vida de Valentine se entrecruzará también por azar con la de un juez retirado y solitario (magistral interpretación de Jean-Louis Trintignan), que ha podido dar cuenta durante toda su vida de la naturaleza humana y ahora vive recluído en su casa, desde donde se dedica a espiar las conversaciones telefónicas de sus vecinos.
Rouge fue el tercer capítulo de la trilogía Trois Couleurs, inspirada en los colores e ideales de la Revolución Francesa, que Kieslowski, el gran cineasta polaco, filmó un poco antes de que su muerte repentina y prematura (a los 55 años), ocurrida el 13 de marzo de 1996, nos privara para siempre de su sensible visión del mundo.
Rouge trata sobre todo de la relación entre el juez, un hombre sombrío, casi misántropo y la luminosa Valentine: una relación que los cambiará a ambos. Como en Bleu (1992) y en Blanc (1993), el color es un hilo conductor de la historia y un elemento visual muy importante. El rojo es omnipresente en la película: el auto de Auguste, el café del barrio, los interiores, la iluminación de la calle o el enorme cartel publicitario en el que aparecerá Valentine.
En Rouge, al igual que en La doublé vie de Véronique, el ser humano parece estar a merced del destino, aunque no siempre como fatalidad, como la última escena de la película parece demostrárnoslo. 
Qué gran cineasta era Krzyrztof Kieslowski. Al morir, dejó inconclusa una trilogía llamada Cielo, Purgatorio e Infierno.
 

martes, 11 de marzo de 2014

Sororidad, sororité, sorority

Sororité

ÉTYM. 1970; « communauté de femmes » XVIe siécle; du latin médieval sororitas (sur le même modèle que fraternité) et du latin soror. Solidarité entre femmes.
____________________
De acuerdo con el diccionario Robert de la lengua francesa, el término "sororité, utilizado por primera vez en el siglo XVI, significa por su etimología latina: "comunidad de mujeres". A partir de 1970, se refiere también a la solidaridad entre mujeres.

En inglés, el término “sorority” –cuya etimología es la misma que la de “sororité”−está generalizado en el ámbito universitario y se refiere a las hermandades de estudiantes, aunque aparece cada vez con más frecuencia en otros ámbitos. 

Siglos y décadas después, el término "sororidad" sigue sin aparecer en el diccionario de la Real Academia Española. No obstante, su uso ya empieza a generalizarse en español con el mismo sentido que el término francés y como análogo femenino del término "fraternidad", que se refiere a la solidaridad entre hombres.
 

Esta reflexión me lleva a suponer que el idioma no es neutro, sino que es vehículo de valores, tradiciones y posiciones ideológicas. ¿Cómo explicar que "sororité" y "sorority" sean términos de larga tradición en francés y en inglés pero no en español?
Por siglos, las mujeres nos hemos visto privadas de un término para referirnos a la hermandad femenina. El concepto existe desde siempre, pero no el término. En contraste, el sustantivo “fraternidad”, los adjetivos “fraterno” y “fraternal” o el adverbio “fraternalmente” son de las más nobles de nuestro idioma.
¿No va siendo hora de reapropiarnos del idioma y crear, a partir de los recursos linguísticos de este, palabras con las que podamos hablar de nuestra propia experiencia?

domingo, 12 de enero de 2014

Fin y comienzo de año

new yearCon mi cumpleaños y un par de días después, con el día de Reyes, termina para Dom y para mí la temporada de Navidad. Los primeros días de enero me traen los últimos regalos y las últimas comidas festivas. Este fin de semana tranquilo de enero nos dimos a la tarea de quitar− no sin pesar− el arbolito y las decoraciones de casa. ¡Ah! Siempre me parece que la temporada navideña termina demasiado pronto. 

Todos estos objetos queridos (algunos de los cuales datan de mi infancia) esperarán durante un largo año el momento de volver a brillar. ¿En qué etapa estaremos la próxima vez que abramos la caja de los adornos? ¿Qué sueños habremos realizado? ¿Cuáles habrán cambiado? ¿Cómo habremos cambiado nosotros?


Que este año esté lleno de aventuras, descubrimientos y de la casi evidente pero aun así arrebatadora sensación de que la vida está llena de posibilidades.

 
Regalos que recibí este año

lunes, 6 de enero de 2014

El regalo de una mañana

Cuánta felicidad me embarga cuando despierto y encuentro junto a mí el regalo de una mañana.            –Abbie Graham
 xmas bells
Despierto esta mañana de Epifanía con el ánimo que no sentí el 31 de diciembre (estaba en cama con un fuerte resfriado): la sensación de que este año está lleno de posibilidades y sueños renovados, que se despliega como una página nueva que espera ser escrita; de que estos doce meses, colmados de cosas que nunca han sido −como leemos en ese poema de Rilke que tanto me gusta−, nos ofrecen cientos de oportunidades de buscar lo que nos hace sentir plenos y en consonancia con nosotros mismos. 
 
Me parece esencial saber qué es lo que nos hace bien. En mi caso, para sentirme en equilibrio, me es indispensable dedicar suficiente espacio de mi vida a la creatividad. A veces unos cuantos minutos al día son suficientes para dibujar o escribir. También dar un paseo diario e ir a pie casi a todas partes me hace sentir vital y llena de energía, y aunque en invierno sea tentador quedarme en la comodidad y el calor de casa, me motivo para salir al día frío vigorizador. Leer, por supuesto. La pila de libros por leer aumentó en Navidad y en mi cumpleaños y están también las novelas y ensayos que no ocupan espacio en la estantería, pero que esperan silenciosos su turno en el Kindle. 
 
Este año, me digo también que sería maravilloso aprender a cocinar y retomar el alemán, que dejé olvidado hace tanto tiempo. Sería maravilloso que Dom y yo pudiéramos seguir descubriendo juntos el mundo e integrando experiencias enriquecedoras a nuestra vida. 
 
Sueños renovados para un año del que hemos escrito apenas unos cuantos renglones.